MATRIX, LA INDUSTRIA DEL CONTROL Y OTRA FORMA DE EXPLICAR LA MACDONALIZACIÓN DE LOS PROCESOS PENALES.



“Dependencia y servidumbre de los hombres es el objetivo último de la industria cultural, que si bien busca despertar un sentimiento confortable en el orden en el que ella los mantiene, también resulta frustrante la manera engañosa en que se presenta esa felicidad. Impide la formación de individuos autónomos, independientes, capaces de juzgar y decidir conscientemente. La industria cultural defrauda continuamente a sus consumidores respecto a aquello que les promete”[1].
“Con este sentido tan naive como particular se pretende traducir cuestiones políticas en cuestiones técnicas. De esta forma, en el afán de brindar soluciones, los “expertos” omiten considerar las complejas relaciones que determinan la gravedad de los hechos criminales”.
“Los planes reformistas utilizan con demasiada insistencia y frecuencia las palabras sistemas, racionalización, capacitación, control de gestión y gerenciamiento de recursos materiales y humanos. De esta manera, su formación discursiva efectúa unas concretas elecciones teóricas, despliega un sistema de relaciones determinado y pone en juego conceptos muy específicos vinculados a una determinada lógica empresaria de la organización del trabajo, que no es otra que la aplicación del modelo creado por el industrial norteamericano Frederick Taylor en “The Principles of Scientific Management” (Foucault, 1970; Gramsci, 1970)
[2].

[1] Revista Interiorgrafico de la División de Arquitectura, Arte y Diseño de la Universidad de Guanajuato.
[2] Rivera Beiras, Iñaki; Silveira, Héctor C., “Contornos y pliegues del derecho”, p. 447 y 448, disponible en http://books.google.com.ar/books?id=3RBCPCWye50C&pg=PA447&lpg=PA445&ots=yhgGb96rxp&dq=la+macdonalizaci%C3%B3n+de+la+justicia&hl=es#v=onepage&q=la%20macdonalizaci%C3%B3n%20de%20la%20justicia&f=false

¿Es posible encontrar denominadores comunes entre el artículo de Horkheimer y Adorno[1], la película “Matrix” y la embozada intención de encubrir (y deformar) la verdadera ideología de un sistema de persecución enjuiciamiento penal detrás de una fachada de eficientismo pretendidamente “neutral” desde lo ideológico?
[1] “La industria cultural. Iluminismo como mistificación de masas”, disponible en http://www.infoamerica.org/documentos_pdf/adorno_horkheimer.pdfE

Puesto en la tarea de escrutar hilos conductores que confieren una lógica interna a las narrativas y la industria cultural, las formas de coerción institucional y sus representaciones masivas, es posible, como habremos de ver, advertir analogías más o menos sutiles a partir de la comparación y el contraste de los mensajes y las prácticas de anexión cultural.

La película “Matrix” plantea una (nueva) perplejidad, en este caso dual, tan estandarizada y “enlatada” como la de otros tantos films lanzados al mercado en plena época de pensamiento único, que tendieron a reproducir una ciencia ficción “sin terror”, aunque con violencia extrema, naturalizada y explícita.
Esa singularidad está dada, en este caso, por un doble direccionamiento en términos de alienación cultural.
El primer planteo surge de la propia trama que, como no podía ser de otra manera, es críptica. También lo son los procesos de colonización cultural y el lenguaje y las prácticas de los juristas.
En aquella, los personajes (Trinity, Neón, Morfeo) y el resto de la escasa tripulación de una nave que los encierra y separa de un pasado ruinoso en que ha quedado convertida la tierra en un futuro impreciso, son a la vez objeto y sujetos de control y dominación.
Pero esa dominación y control no puede ser atribuida a fuerzas sociales o determinadas formas de producción futuristas, sino a extraños e ininteligibles agentes cuya procedencia y filiación es absolutamente indeterminada.
La película, por otra parte, carece de contexto social, histórico, político, y eso al espectador no debe importarle demasiado. De esta misma forma se pretende exhibir socialmente los procesos adversariales: como una tecnología de poder eficiente, donde la celeridad es el nuevo dios pagano ante el que debemos rendirnos inexorablemente. Eso tampoco debe importarle al imputado (denominado sin eufemismos “en la nave”, y con un candor no exento de ignorancia brutal, “el delincuente”), y mucho menos a los defensores.

Por otro lado, la trama de Matrix tiende a sumir al público en un proceso de naturalización de lo irreal, de lo imposible, donde lo menos importante es descubrir contradicciones fundamentales entre opuestos, que además son –paradójicamente- enemigos mortales. La cuestión dista de ser menor: constituye una tentativa singularmente subliminal de expropiar de sentido los conflictos y de presentar las variables tecnológicas como elementos de dominación, con prescindencia de quiénes y para qué las manejan. Lo mismo que ocurre cuando se piensa un código en clave de mera eficiencia y velocidad.
El observador, para entretenerse, no debe tener capacidad de abstracción, sino tolerancia individual frente a un producto cultural predeterminado en el que nada está permitido preguntarse, en ninguno de los dos casos. Ni siquiera el profundo contenido humano que subyace en una prisión preventiva y los alcances que en materia de defensa eficaz supone un recurso frente a lo que se cree un exceso del poder punitivo estatal.

A pesar de las diferencias temporales, ya que el artículo de Adorno y Horkheimer es varias décadas anterior a la película, es posible extraer similitudes entre el texto, el producto cinematográfico y las nuevas concepciones conservadoras que anidan en la sustancia del sistema procesal, hasta desnaturalizarlo en su ideología originaria.
En la película campea una falsa identidad de lo universal y lo particular (compatible con el relato único de los años noventa), ratificando que cada civilización de masas en un sistema de economía concentrada idéntica a las demás y sus formas extrínsecas tienden entonces a estandarizarse.
La película, tal como lo hacen quienes tienen determinados intereses, sólo puede explicarse en términos tecnológicos (una tecnología, vale reiterarlo, en manos de unos pocos) y una permanente tendencia a la analogía y la automatización. Es obvia la analogía que puede trazarse en este caso con las visiones asépticas de un proyecto originariamente progresista y democrático.
La técnica de la industria cultural ha llegado a la igualación y a la producción serial imponiendo prioritariamente la lógica de que la obra debe necesariamente distinguirse, como producto cultural, del sistema social, justamente porque la trama obliga a un contenido ficcional sin arraigo en la estructura ni en la superestructura de las sociedades. También estos códigos, desde una perspectiva reaccionaria, pueden utilizarse con prescindencia de las garantías frente a las pulsiones del poder punitivo.¿De quiénes huyen? ¿dónde van? ¿por qué motivo se naturaliza la existencia de una realidad paralela, virtual, que termina impidiendo distinguir lo real de lo fantástico? ¿cuáles son las verdaderas fuerzas en pugna? Nada de eso parece importar, ni en la ampulosidad ficcional de la película ni en el realismo mágico noventista de los soldados de la eficacia procesal. Tampoco en términos de política criminal, cuando se alude al nuevo sistema desde esa mirada.
El propósito de dominación cultural aparece claro: no producir o admitir nada que no se asemeje a sus propias categorías, a su concepto de consumidores y sobre todo de una realidad estereotipada.

“Cuanto más completa e integral sea la duplicación de los objetos empíricos –dice “La industria del control”- por parte de las técnicas cinematográficas, tanto más fácil resulta hacer creer que el mundo exterior es la simple prolongación del que se presenta en el film”.
Y el film, superando en gran medida al teatro ilusionista, no deja a la fantasía ni al pensar de los espectadores dimensión alguna en la que puedan moverse por su propia cuenta sin perder el hilo, con lo que adiestra a sus propias víctimas para identificarlo inmediatamente con la realidad que crea”. La atrofia de la imaginación, del pensamiento crítico y de la espontaneidad del consumidor cultural contemporáneo, no tiene necesidad de ser manejada según mecanismos psicológicos. Por el contrario, productos como éste están hechos de forma tal que impiden la actividad mental del espectador, si éste no quiere perder los hechos que le pasan vertiginosamente por delante. Es una tensión tan automática que casi no tiene necesidad de ser actualizada para excluir la imaginación. “Quien está de tal forma absorto en el universo del film, en los gestos, imágenes y palabras, que carece de la capacidad de agregar a éstos aquello por lo que podrían ser tales, no por ello se encontrará en el momento de la exhibición sumido por completo en los efectos particulares del espectáculo que contempla”, señalan Adorno y Horkheimer, y la actualidad de esos significantes no puede ser mayor, en el caso de Matrix.
Juicio crítico y competencia no se conceden ya hoy al espectador que asista a una clarificación progresiva. Debe contentarse —incluso en las producciones no irónicas del género— con el resplandor de situaciones ya casi carentes de conexión necesaria entre ellas. Podemos hacer con “ellos”, en cuanto “otros” deshumanizados, lo que nos venga en ganas, y, además, rápidamente. Eso es el poder que confiere un triunfo cultural y una determinada tecnología que no admite resistencia ni recurso alguno.

E1 placer de la violencia inferida al personaje se convierte en violencia contra el espectador, la diversión se convierte en tensión. A1 ojo fatigado no debe escapar nada que los expertos hayan elegido como estimulante, no hay que mostrar jamás asombro ante la astucia de la representación, hay que manifestar siempre esa rapidez en la reacción que el tema expone y recomienda, aunque las preguntas básicas de la mínima curiosidad sociológica queden sin responder.
E1 amusement (la diversión) sólo es posible en cuanto se aísla y se separa de la totalidad del proceso social, en cuanto renuncia absurdamente desde el principio a la pretensión ineluctable de toda obra, hasta de la más insignificante: la de reflejar en su limitación el todo. Divertirse significa siempre que no hay que pensar, que hay que olvidar el dolor incluso allí donde es mostrado, que no hay que contextualizar ni mucho menos problematizar. En la base de la diversión está la impotencia, que es un instrumento hipersensible de control social. La impotencia que sugiere que no solamente puede hacerse nada frente a lo inevitable sino que tampoco se “debe” hacerlo. A no atentar contra la maquinaria de exterminio civilizada es la consigna que se intenta imponer tan torpe como verticalmente.
La pseudoindividualidad del espectador pasivo, constituye la premisa básica para lograr el control y la neutralización de lo trágico de la historia. La cultura de masas revela así el carácter ficticio que la forma del individuo ha tenido siempre en la época burguesa, y su error consiste solamente en gloriarse de esta turbia armonía de universal y particular. E1 principio de la individualidad ha sido contradictorio desde el comienzo. Más bien no se ha llegado jamás a una verdadera individuación. La forma de clase de la autoconservación ha detenido a todos en el estadio de puros seres genéricos que, en la película, solamente revelan un grado de humanidad cuando traicionan. Por lo tanto, también aquí, el hombre es un lobo para el hombre, cibernética mediante.
“En general, si se habla de ideas fuerza se intenta volver a unir en las acciones de los operadores del sistema penal una nueva filosofía de la función judicial que se ampara bajo el paraguas conceptual de los siguientes enunciados: eficacia, estandarización de resultados, flexibilización de la jornada laboral, gerenciamiento institucional, planificación, deformalización, simplificación de pasos, informatización, proceso penal electrónico, controles de gestión sobre la cantidad y calidad, capacitación, consenso, cumplimiento armónico de roles, etc. Sin embargo, este proceso de naturalización/ idealización del sistema de justicia penal no puede más que convertirse en una estrategia de negación de las causas sociales del delito y de desconectarlo de la compleja estructura social y política”[1]. A menos que se respete la voluntad garantista original del Padre Fundador.

Bibliografía consultada:
Adorno, Theodor; Horkheimer, May: “La industria cultural. Iluminismo como mistificación de masas”, disponible en http://www.infoamerica.org/documentos_pdf/adorno_horkheimer.pdf

Revista Interiorgrafico de la División de Arquitectura, Arte y Diseño de la Universidad de Guanajuato, disponible en http://www.interiorgrafico.com/articulos/32-segunda-edicion-interiorgrafico-/37-el-concepto-de-la-industria-cultural-de-theodor-adorno

Rivera Beiras, Iñaki; Silveira, Héctor C. (coordinadores), “Contornos y pliegues del derecho”, p. 447 y 448, disponible en http://books.google.com.ar/books?id=3RBCPCWye50C&pg=PA447&lpg=PA445&ots=yhgGb96rxp&dq=la+macdonalizaci%C3%B3n+de+la+justicia&hl=es#v=onepage&q=la%20macdonalizaci%C3%B3n%20de%20la%20justicia&f=false
[1] Ganón, Gabriel, en Rivera Beiras, Iñaki; Silveira, Héctor C. (coordinadores), “Contornos y pliegues del derecho”, p. 449, disponible en http://books.google.com.ar/books?id=3RBCPCWye50C&pg=PA447&lpg=PA445&ots=yhgGb96rxp&dq=la+macdonalizaci%C3%B3n+de+la+justicia&hl=es#v=onepage&q=la%20macdonalizaci%C3%B3n%20de%20la%20justicia&f=false