Un artículo de Javier Couso
Estos días nos hemos desayunado con
preocupación por la noticias sobre el uso civil de los vehículos aéreos no
tripulados, VANT en su acrónimo castellano.
Los VANT son fruto del
desarrollo tecnológico militar que por sus virtudes, al aunar poder de fuego y
observación, movilidad y reducción de costes, se han ido imponiendo en los
ejércitos de todo el mundo. Hoy en día existen 700 tipos, 500 de ellos
exclusivamente militares, presentes en 25 países.
Los líderes en la
fabricación de estos aparatos son EEUU e Israel y no es casualidad ya que su
diseño e implantación fue favorecido de manera decisiva por la llamada
«Doctrina Rumsfeld» que es, de hecho, un proyecto de reorganización de
las fuerzas armadas estadounidenses, similar al impulsado anteriormente por
Brzezinsky, inteligencia gris del verdadero poder estadounidense.
Lo
que hace diferente a ambas doctrinas es el aspecto táctico, el cual pivota
exclusivamente sobre el poder aéreo, las fuerzas especiales, la tecnología, la
información y, como elemento cohesionador, la privatización de grandes áreas que
atañen a la defensa.
Frente a la visión de Colin Powell del uso
de un poder militar aplastante y decisivo, Rumsfeld propone rebajar los
gastos de armamento ya que en la concepción de las nuevas guerras, y sin tener
enfrente ejércitos endivisionados con similar poder, es preferible una fuerza
más pequeña apoyada, eso sí, por la más alta tecnología y la mejor información.
Curiosamente, y a pesar de ser un republicano neocom, Rumsfeld en
su visión estratégica coincide con la del demócrata Brzezinsky. Éste
señala a China como el verdadero enemigo, prevé un aislamiento de EEUU cada vez
mayor, desecha el Atlántico Norte y Europa Central como ejes centrales y cede su
cuidado a los países europeos de la OTAN otorgando un uso táctico a Oriente
Medio donde si se adelantan las fuerzas de intervención estadounidenses y se
dominan zonas estratégicas se pueda propiciar como objetivo prioritario el
aislamiento que lleve a la neutralización de China.
Al principio el
concepto «complejo militar industrial» se oponía frontalmente a los planes de
Rumsfeld, pero la realidad nos demuestra que finalmente hubo una
adecuación de los mismos ya que el presupuesto de Defensa aumentó con una
orientación más tecnológica y los emporios que se dedican a la construcción de
material militar de alta tecnología salieron reforzados.
Cuando se
reflexiona sobre doctrina estratégica estadounidense se aprecian cambios de
elementos tácticos, nuevos teatros de operaciones, pero el señalamiento de la
prioridad China es anterior a la caída de la URSS aunque se consolida tras la
misma.
Dentro de estas similitudes vemos que Rumsfeld es impulsor,
desde 2001, del falsamente llamado «Escudo antimisiles», que pretende dejar
fuera de juego a Rusia al obligarle a emprender una nueva carrera de armamentos,
dejando el peso de esta iniciativa a los países europeos de la OTAN (más
Turquía).
Polonia, Rumania y España son actores destacados. Unos ponen
bases de misiles y nuestro país aporta los mejores y más modernos medios
navales, las fragatas dotadas con el sistema AEGIS.
Lo importante del
pensamiento de Rumsfeld no es tanto el concepto estratégico que, como ya
hemos visto, bebe del de Brzezinsky, sino su aplicación táctica novedosa
que da el pistoletazo de salida a la preeminencia de alta tecnología fusionada
con el pensamiento neoliberal de privatización de áreas y recursos, los cuales
en la concepción de Estado Nación tradicional estaban en manos exclusivas del
Estado.
Esta idea es la que hace que, para mantener esa pequeña fuerza
estatal, se recurra a ceder a la iniciativa privada áreas de seguridad e
información vitales. Funciones asumidas inmediatamente por empresas de
seguridad, conocidas popularmente como «contratistas», eufemística manera de
llamar a lo que siempre ha sido el alquiler de soldados de fortuna o
mercenarios.
A partir de las invasiones de Afganistán e Irak asistimos a
la proliferación de esta privatización de la guerra y de la inteligencia, que
lleva a crear grandes empresas con más poder que algunos países. Sus beneficios
inmediatos convencen a los gobiernos: son más baratas de mantener que las
estructuras castrenses tradicionales, no tienen responsabilidades fuera del
tiempo de contrato y a la vez se encauza el negocio a sectores ideológicamente
afines que podrán llegar a donde la propias Fuerzas Armadas, algo constreñidas
por el Derecho Internacional Humanitario, no conviene que lleguen.
Igual
que ocurre con la seguridad, en la logística se aplica el mismo principio. Las
comidas, los transportes, la construcción de bases, su mantenimiento,... todo es
puesto en manos privadas. En las manos privadas de los amigos.
Aunque
menos vistosa, la logística es el alma de un ejército. No en vano los grandes
historiadores militares hablan con admiración de la logística de las Legiones
Romanas o la de los ejércitos de Alejandro Magno que les permitía
recorrer cientos de kilómetros teniendo asegurado la comida, el descanso, el
material... en definitiva, todas las necesidades en la vida de miles de hombres
en movimiento. Imaginemos el formidable negocio que supone mantener el
desplazamiento de cientos de miles de soldados en ochocientas bases alrededor
del mundo.
Como conclusión debemos tener siempre presente el pensamiento
de Rusmfeld pues, con las bases estratégicas de Brzezinski, hace
una construcción táctica e ideológica de la proyección del poder estadounidense
que estamos viviendo hoy en día, que se resume en: alta tecnología y
privatización. Puro pensamiento neoliberal en el ámbito militar imperial.
Todo está relacionado en este tablero mundial donde se juega la
geopolítica, aunque la maraña de acciones no nos deje ver el núcleo del bosque.
Queda claro que esta es la construcción ideológica de un futuro en el
que las grandes corporaciones van minando y sustituyendo el poder de los
estados, llegando incluso a devorar a quien les permitió crecer y desarrollarse:
los EEUU.
Lo que parecían distopías literarias o cinematográficas de un
mundo dominado por un gobierno mundial de grandes corporaciones, se hacen cada
vez más posibles con la permisividad y el impulso de un pensamiento que adelgaza
las competencias del Estado de los ciudadanos, emanado de la Revolución
Francesa, para entregarlo a entidades privadas con una visión feudal del mundo.