ARGENTINA Y EL ACUERDO DE ESTADOS UNIDOS CON IRÁN


Después de haberlo incluido unilateralmente  entre los países que conformaban el denominado “Eje del Mal”, Estados Unidos alcanzó un acuerdo  respecto del desarrollo nuclear de la República Islámica de Irán. 
La negociación entre las partes (Teherán y el Grupo 5 + 1; esto es, EEUU, Rusia, China, Reino Unido, Francia más Alemania) fue ardua y duró casi dos años. 
Si bien el acuerdo abarca una cuestión crucial que atravesó no solamente las relaciones bilaterales, sino que gravitó decididamente en la relación estadounidense con Oriente Medio y exacerbó los conflictos al interior de la región, la efectiva consistencia de los acercamientos y el cumplimiento de los mismos depara hasta ahora más incógnitas que certezas.




Una de las acechanzas que se ciernen sobre la posible resolución de un conflicto de particular sensibilidad, se vincula directamente con la política doméstica norteamericana. No faltan las opiniones que ponen en duda la efectiva concreción de los avances logrados si hubiera cambios en la Casa Blanca, después de las próximas elecciones.

Otra de las cuestiones no saldadas a la fecha, es la profunda desconfianza de Israel respecto de los acuerdos, que para Tel Aviv suponen un error histórico del Grupo 5 +1, que posibilitaría a Irán avanzar en una supuesta utilización terrorífica de sus potencialidades nucleares, producto de las concesiones mediante las que habría sido beneficiado. Vale decir que, en buen romance, el equilibrio geoestratégico de Medio Oriente parece lejos de haberse logrado. Sobre todo si se tiene en cuenta que, si el país persa supera los controles de los que será objeto por parte de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), comenzará a liberarse gradualmente de las sanciones de diversa naturaleza que sufre hasta ahora, justamente por la sospecha respecto de la utilización de su desarrollo en materia nuclear. Este hecho es fundamental para Irán, porque las sanciones afectan severamente su economía en un momento de crisis profunda de sus finanzas. Por eso, las concesiones iraníes no son comparables con los beneficios que le proponen los acuerdos, lo que explica su proclividad  a zanjar instancias de control internacional, que hubiera resultado impensable durante la gestión de Ahmadinejad.

Es obvio que el cambio de administración iraní es el pretexto perfecto de occidente para dar luz verde a los acuerdos. Las verdaderas motivaciones deben buscarse en otros factores.

Uno de ellos, es que Irán ha dejado de ser uno de los enemigos tan temidos, para pasar a ser un garante contra el avance de ciertas expresiones terroristas en cuya creación Estados Unidos ha tenido un rol decisivo. Otro, verdaderamente fundamental, tiene que ver con la forma en que la administración Obama se plantea la reorganización geopolítica del Levante y el Golfo Pérsico para los proximos diez años, tal como lo advierte Thierry Meyssan (*)
Las crónicas de Meyssan, que demostrarían que el temor a que Irán desarrolle una bomba atómica fue desde siempre una ficción que encubrió las verdaderas expectativas de Washington, tendientes a reorganizar el mapa geopolítico de Medio Oriente creando una suerte de nueva OTAN, en la que tanto Irán como Arabia Saudita y -aunque a regañadientes- también Israel deberían tener un protagonismo central de cara a las nuevas acechanzas, nos conduce a negociaciones secretas y sórdidas. A un exceso de "realpolitik" destinado a obtener la domesticación de Irán y la neutralización de la influencia de otras potencias en la región.
Meyssan arriesga, además, una hipótesis por demás interesante, que no debería pasar inadvertida en la Argentina: "El objetivo era garantizar que Irán bajara el tono en las instancias internacionales. Posteriormente, Estados Unidos se ocuparía de que sus aliados anti-iraníes también bajaran el tono y desbloquearan las negociaciones con el grupo 5+1 sobre el tema nuclear para preparar el fin de las sanciones. De hecho, el Consejo de los Guardianes de la Constitución rechazó la candidatura de Esfandiar Rahim Mashaie. Fue gracias a la división así creada en el campo de los revolucionarios, y hábilmente alimentada por el Guía, que el jeque Hassan Rohani ganó la elección.
Rohani era el hombre de la situación. Este religioso nacionalista había sido negociador en jefe sobre la cuestión nuclear desde 2003 hasta 2005.
Había aceptado todas las exigencias europeas antes de que Mahmud Ahmadinejad, al llegar a la presidencia, decidiera sustituirlo. Rohani había estudiado derecho constitucional en Escocia y fue el primer contacto iraní de Israel y Estados Unidos en el escándalo Irángate. En 2009, durante el intento de revolución de color organizado por la CIA con ayuda de los ayatolas Rafsanjani y Khatami, Rohani se puso del lado de los pro-occidentales en contra del presidente Ahmadinejad. Y de paso, el estatus clerical de Rohani permitía a los molas reconquistar el Estado iraní de manos de los Guardianes de la Revolución".
Vale decir, que en la base del histórico acuerdo subyacen razones que podrían parecer ininteligibles en nuestro margen, si no fuera porque el nombre  de Rafsanjani (salvo la improbable posibilidad que se tratara de  un homónimo) aparece vinculado en la Argentina a la voladura de la AMIA. Y el de Khatami, según consigna la edición del 10 de marzo de 2010 del diario Clarín, se asocia a sectores desestabilizadores del anterior gobierno iraní ("Irán se encuentra en medio de un torbellino revolucionario disidente, donde la oposición que nació de una escisión del régimen, le disputa a los ayatolla ortodoxos y al presidente Ahmadinejad su representatividad, conseguida en "elecciones fraudulentas" y con manifestaciones callejeras.  En la lista de funcionarios con pedidos de captura argentinos se encuentran políticos iraníes, como el ex presidente Ranfansani, que han perdido los favores del régimen aunque sea el hombre más poderoso y rico del país. En Teherán lo consideran, junto al ex presidente Khatami, un "desestabilizador" que defiende actualmente los intereses de Occidente y detesta al presidente Ahmadinejad". Sugerimos la lectura de la nota completa, que ilumina sobre hechos recientes de la historia argentina y el rol sesgado de los grandes medios de comunicación respecto de los conflictos globales contemporáneos (**).   
Ambos funcionarios iraníes, cabe destacarlo, son descriptos en el artículo de Meyssan como virtuales colaboracionistas de la CIA para llevar a cabo nada más y nada menos que un golpe blando contra el ex presidente Ahmadinejad.
La conjetura es sencillamente crucial, y pone de manifiesto varias cuestiones, que incumben directamente a la Argentina.
La primera de ellas convoca a poner en entredicho los cuestionamientos que se le efectuaron al memorándum de entendimiento con Irán, al menos desde las líneas argumentales que intentaron sostener esa férrea negativa por parte de ciertos sectores en nuestro país.
La segunda, es la dificultad que depara hablar genéricamente de "Irán" o "los iraníes" sin tener en cuenta que, como en todos los casos, el poder persa está sujeto a avatares internos, conspiraciones y disputas intersticiales, análogas a las que caracterizan a todos los estados del mundo.
La tercera, invita a reflexionar sobre la flagrante contradicción que implica reconocer como una instancia histórica la culminación fructífera de negociaciones en materia nuclear, mientras se impugna un acuerdo de entendimiento destinado a habilitar formas de investigación, persecución y enjuiciamiento penal de una causa paralizada hace dos décadas a través de instrumentos pacíficos igualmente compatibles con el derecho internacional.

(*) http://www.voltairenet.org/article187254.html
(**) http://edant.clarin.com/diario/2010/03/11/um/m-02156740.htm