Muchas veces evocamos el concepto de tareas incumplidas para aludir a las asignaturas pendientes de algunos populismos latinoamericanos que atraviesan actualmente instancias complejas. Algunos ejemplos permiten comprender mejor nuestras recurrentes conjeturas en ese sentido.
Mientras en la celebración del bicentenario de la independencia argentina, el pasado 9 de julio desfilaron militares que habían participado del tristemente recordado "Operativo Independencia" llevado a cabo por fuerzas armadas dictatoriales en Tucumán, junto a personajes más que polémicos como Aldo Rico, el presidente de Bolivia
anunció ayer la creación de una escuela militar que impartirá contenidos curriculares antimperialistas y anticolonialistas a los efectivos de sus fuerzas armadas. Un paso que la Argentina nunca se atrevió a dar (al menos con ese nivel de explicitación y determinación ideológica) y cuyas consecuencias, con el cambio de época y la restauración derechista, aparecen impúdicamente a la vista de todos. Peor aún. Es muy poco, casi nada, lo que se ha hecho en ese sentido con las restantes fuerzas de seguridad interna. Hay datos objetivos de nuestra política reciente que así lo demuestran.
El contraste es aún mayor si tenemos en cuenta que el presidente boliviano eligió inaugurar esa instancia educativa y cultural emancipatoria el próximo 17 de agosto, Día de la Bandera del país hermano, una fecha tan cara como el de la independencia para los argentinos.
"He decidido hoy
crear una escuela de comando antimperialista. Nuestras Fuerzas Armadas deben
prepararse ideológicamente para defender la soberanía y dignidad, para defender
nuestra patria y nuestros recursos naturales", declaró el
mandatario, según consignan agencias internacionales.
La decisión no sorprende. Evo Morales, venía planteando desde el año 2013 -aparentemente sin éxito- la necesidad de construir en
el marco del ALBA una agencia de defensa común latinoamericana, destinada a
custodiar la paz en la región.
La iniciativa
importaba un paso trascendental en términos de consolidación de las estrategias
integracionistas del Cono Sur, sobre todo, por las motivaciones que sustentaban
esa idea.
Morales apuntaba a
establecer vínculos defensivos de tal intensidad y compromiso, que abarcaran un
cambio cultural de las fuerzas armadas de todo el Continente, en muchos casos
cooptadas ideológicamente por paradigmas y sistemas de creencias afines al
imperialismo y las clases y sectores dominantes internos. Esa sola razón,
insisto, implicaba una vocación transformadora sin precedentes, una concepción
verdaderamente revolucionaria, si se recorre la historia de las fuerzas armadas
latinoamericanas durante las décadas de los años setenta y ochenta del siglo
pasado. Y si se observan las postales lamentables del desfile tucumano.